"Uno puede estar en una reunión social y permanecer en silencio. Muchos llegarían a pensar que uno es un perfecto idiota. También tiene uno la posibilidad de largarse a hablar y despejar todo tipo de dudas."
Groucho Marx

domingo, 2 de enero de 2011

Angelito Negro

    Repentinamente, la figura se desgajó del costado del edificio partiendo en dos el cielo de la madrugada marplatense. El cuerpo rebotó contra la vereda y, liberado ya de su pesada carga terrena, llegó hasta una nube baja.
    "Anubizó" elásticamente. Se sacudió el smoking. Algo de polvo estelar retornó a la delgada bruma. El recién llegado se acomodó silenciosamente el bombín sobre la calva y completó el atuendo con un bigotazo postizo. Avanzó.
    Una cámara lo seguía. Varias veces alargó la palma de la mano con la manifiesta intención de neutralizar el objetivo. Le molestaba que se lo registrara en el cielo, de que siempre había descreído. Observaba cauteloso. De pronto una estridente melodía jinglera lo sobresaltó. Delante suyo, bajo un imponente pórtico, se proyectaba un comercial de llaves Acytra prologando la imponente presencia de San Pedro, en vivo y en directo.
    -¿De donde vienes? – interrogó el santo, desde la cumbre de su túnica.
    -De Rosario- respondió el hombrecito. Pensó en agregar algo más, pero decidió que aquello era suficiente. Pronto comprobó que estaba en lo cierto.
    -Rosario, ciudad de pescadores. Como yo. Pero también de artistas, oportunistas, tahúres, bebedores, coimeros, subversivos y de mujeres diseñadas por Satán. Malo, hijo, malo. ¿Qué hacías allí?
    - Era acróbata en Newell’s. Solía hacerle cosquillas a los pilares cuando armábamos torres. Para verlos venirse en banda, ¿vio?. Además vendía entrada de “claque” en el Comedia. ¡ Había que hacer número en los espectáculos berretas!
    El ex pescador metido a portero hizo un gesto de desaprobación. El hombrecito sintió la garganta reseca. El otro pareció adivinarlo.                 
    -¿quieres agua?- ofreció.
    -No, agua no. Tengo sed.
    -Comprendo: eres un alcohólico.
    -No, eso no… pero… bueno… digamos que me…, a veces, me tomaba todo. Esta noche, por ejemplo (sonrió deslumbrado, las pupilas destellantes), ¡con la Negra nos clavamos seis botellas de champagne!- dijo sacando pecho y llevándose las manos a la cintura.
    -También tu vida afectiva es un vivo desp…desorden, por lo que veo.
    -No crea. Al contrario, muy estable. Muchas relaciones estables tuve. Créame, hijos en todas. Separaciones prolijas. Les dejaba los departamentos, manutención para los pibes. Todo bien, ¿no?. Tranqui.
    -¡Tranquí, de acá- dijo San Pedro, ya influenciado por el visitante. -¡Bien, Minga!- agregó. -¡Todo mal! ¡has sido una calamidad en tu estada terrenal y no tienes posibilidad alguna de permanecer aquí… a menos que me demuestres que mereces el cielo- concedió, de última, el bueno de Peter, recomponiendo su áurea ladeada por la calentura. –¡Algo positivo tendrás para exhibir, ¿no crees?!
    -Bueno, usted sabe, quiero decir que debe… conocer…mi país… las cosas que pasan, lo que hay que bancar allí . Usted me entiende, ¿no?...
Bueno, yo… y le digo que agarré una época jodida ¿no?, en la que los líderes políticos, los dirigentes competían descaradamente con nosotros, los soyapas… y resulta que yo, igualmente pude… digo le di… algo de alegría a mi pueblo.
    Arrastrando las sandalias, tintineando metálicamente al moverse, San Pedro, resignado, le franqueó la entrada.
    El negro dio un nervioso pasito, le tomó el prominente abdomen, lo besó en la tersa y barbada mejilla y luego ingresó al cielo. Lo hizo con la certeza de que debería recurrir a todas sus dotes histriónicas para cambiar la pálida onda de aquel sitio.
    San Pedro le leyó el pensamiento, tuvo deseos de oprimir el eyector y dispararlo al infierno sin escala y sin preaviso. Un grupo de querubines observaban cuchicheantes. Algunos de ellos, liberando un fluido prístino, impoluto, carente incluso de humo, se meaban de la risa.
    San Pedro, que mantenía el control remoto apuntando a la espalda del inquieto y atrevido sujeto, alcanzo a recordar aquel humilde y desmesurado: “le di algo de alegría a mi pueblo”, y se contuvo. Soltó el pulsador, y ya totalmente influenciado de Olmedismo, se dijo: ¡no toca botón!.
                                                             Manuel-