Primero me seco el brazo izquierdo, después la cara y luego el otro brazo.
A continuación me seco el pecho, las axilas y ambos flancos.
Realizando con la toalla, previo cruce de la misma por sobre mi cabeza, un movimiento similar al de lustrar zapatos, procedo a fregarme la espalda hasta sentirla libre de agua. Me seco frenéticamente el pelo para fortalecerlo, según una nota que leí en una sala de espera. El pelo deja caer gotas sobre la cara ya seca. Repaso.
Apoyando el pie derecho sobre la tapa del inodoro procedo a secarme esa extremidad.
Acto seguido ingreso a la tarea más cautelosa, que consiste en: parado sobre la pierna derecha (la de los meniscos desbaratados), en delicado equilibrio secar pierna y pie izquierdos.
Genitáles y trasero completan el recorrido reservado a mi libre albedrío.
Instalado ya en mi mesa de trabajo desde la radio y las páginas de Internet las noticias comienzan a secarme el corazón. Apuro el resto de un café. Mi família somnolienta, pero con ágiles reflejos, aparece en escena. Con diferentes argumentos cumplimentan la diaria tarea de secarme los bolsillos.
Con el dorso de la mano me seco una lágrima.
Lavo la taza. Me seco las manos con un repasador, completo el deshumedecimiento sobre las piernas del pantalón.
Ya en la calle los primeros peatones que cruzo comentan la noche de anoche en Tinelli.
De pronto tengo la desagradable impresión de que ese otro grupo que se aproxíma vendrá por mi cerebro blandiendo mullidos toallones. Manuel-